Vengo de familia polaca y este apodo significa "hijita". Soy la menor de 4 hermanos (dos profesoras de yoga), papá "gñana yogui" y mamá daba clases también

Así me llaman desde bebé. Vengo de familia polaca y este apodo significa «hijita». Soy la menor de 4 hermanos (dos profesoras de yoga), papá «gñana yogui» y mamá daba clases también… Es decir, una familia que sigue unida en estos días y con una impronta yogui desde que nací, ya que mi abuela «yaya» (Cristina) fue pionera en traer el yoga a mi ciudad  y a la Patagonia misma hace más de 50  años.  Ella revolucionó aquí con sus clases y su magia, incorporando hombres y mujeres y desmitificando esa bella disciplina del Yoga.

Recuerdo ser festejada por mis abuelos cuando hacia piruetas en el salón de mi abuela -gigante para mí- aunque no era así en realidad. Mi abuela marcó tendencia y  dejó una huella en todos los que la conocieron. Era muy especial, y lo sigue siendo… De ahí  mi espacio «YAYA YOGA», en el que está presente con toda su fuerza. Espacio que arrancó desde siempre solo que le puse un nombre, mi impronta y mi fuerza. Lo considero un espacio de todos y lo llamo “refugio para el alma” porque es entrar y sentir eso de vedad. Ahora es una Escuela de Formación de Profesores que tiene distintos estilos de yoga; talleres todas las semanas, convertido ya en un lugar de encuentro. El staff de profesores es muy unido y todos cooperamos para que el espacio se mantenga vivo todo el tiempo.

Yo me capacite hace 20 años como comienzo educativo en la ciudad de Buenos Aires. En principio Yoga Kai fue mi escuela durante tres años en la que aprendí Iyengar; Hatha Yoga; Ashtanga; Flow, entre otras cosas. Continué luego formándome en Ashtanga con varios maestros pero principalmente mi referente German Garro  me acompañó en este proceso.  Así mismo me formé con Adi Rimpoche en Vinyasa Hatha Yoga y este maestro me ayudó a colocarme en la disciplina de la práctica, que ya era muy necesario para mi formación, por lo que tanto le agradezco todo lo aprendido, desde la sanación con sonidos; chamanismo; procesos, retiros. Por eso puedo decir que todo lo experimentado apunta a lo mismo y no es distinto: el Yoga es todo eso que te lleva a reunirte y a expandirte al mismo tiempo.

Ahora continúo formándome con  kundalini que toca en mí las fibras más profundas, reconociendo todo lo que yace en mi interior y poder amarme así como soy. Si cada uno se ama a sí mismo estamos salvados siendo que eso mismo  manifestamos hacia “afuera”. Siento que Yoga es Yoga, te invita a aceptarte luego de conocerte y hacer lo mismo con los otros, por eso es bueno para uno mismo y para todos, crea conciencia.

Todos sabemos y sentimos que Yoga es un estado y la práctica es un laboratorio que nos hace el reflejo directo de nosotros mismos para recordar que todo lo que no es conciencia es ilusión y así despertar de ese sueño para no seguir viviendo dormidos. Aquí y ahora.

Cecilia Ferreira Mickiewicz
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