Órgano maravilloso que expresa nuestra salud
Dicen que los ojos son “el espejo del alma”, pero hay también otra parte del cuerpo que es tan importante como la anterior y que tiene la virtud de reflejar todo lo que ocurre en nuestro interior. Hablamos de la piel, el órgano de mayor tamaño de nuestro cuerpo, un envoltorio que nos defiende del exterior y que está íntimamente ligado a nuestro sistema nervioso y al funcionamiento del resto de nuestros órganos.
Ella nos delata, es nuestra frontera externa y con ella conectamos nuestro entorno. La piel es la superficie en la que se reflejan todos los órganos internos, los signos estéticos que se manifiestan en ella son reveladores de información para el diagnóstico de enfermedades físicas y psicológicas.
Los trastornos encuentran en la epidermis su principal vía de expresión: gran parte de las reacciones cutáneas, como el sudor excesivo, la palidez, el enrojecimiento, entre otros, delatan ansiedad, estrés, miedos, y tensiones.
Desde el punto de vista psicosomático, la epidermis se vuelve opaca ante situaciones de tristeza o desilusión existen estudios que demuestran que el 80 por ciento de las enfermedades de la piel tienen origen psicológico. Más allá de sus causas físicas o químicas, los dermatólogos relacionan las lesiones cutáneas con un déficit de exteriorización emocional.
La piel también nos habla a través de los síntomas, que son como precursores de la enfermedad. Los síntomas nos dicen que algo está pasando en nuestro cuerpo, tanto por la naturaleza del síntoma como por los efectos que tiene y por los cambios que implica. La piel funciona como un escudo protector frente a un mundo al que estamos expuestos de forma continua, es nuestro sistema de alarma.
Desde el punto de vista emocional, la piel se relaciona con la valoración del sí mismo ante el exterior, representa la imagen que el ser humano tiene de sí. Ayuda a establecer contacto con otras personas, pero también puede ser un medio para aislarse, por ejemplo, mediante la vergüenza y su característico color rojizo que en tantas ocasiones nos ha paralizado o agraviado.
La piel evalúa nuestras interacciones con el ambiente y con los demás, reflejando instantáneamente nuestras emociones. En situaciones de cólera la piel se vuelva roja, en circunstancias de angustia la piel se torna pálida, en acontecimientos de miedo se produce un exceso de sudoración.
Es evidente la función protectora de la piel, pero no lo es menos su cualidad sensitiva, revistiéndonos con un traje hecho a nuestra medida que refleja cómo nos sentimos por dentro en cada momento.
¿Qué pasa con la piel durante épocas de frío?
· Los capilares sanguíneos de la piel se contraen haciendo que llegue menos oxígeno y nutrientes a las células cutáneas, es por eso que la piel tiene un aspecto más apagado en invierno.
· Cuanto más frío hace, menos grasa secretan las células sebáceas, así que la protección grasa natural que tiene la piel se pierde.
· La falta de una película grasa hace que la humedad de la piel se evapore y es posible que la piel se perciba tirante e incluso con picazón.
· Los contrastes de temperatura del interior al exterior refuerzan este proceso.
Consejos para cuidar y atender la piel
Baños o duchas secas. La piel se renueva y se activa con el cepillado en seco matutino y nocturno. El cepillado puede seguirse de un frotamiento con polvos naturales vegetales y minerales como salvia, pañil, clavo de olor molidos junto a arcillas y sal. Para finalizar nada mejor que frotaciones con paño húmedo y frío.
Dieta. Con una dieta frugal, liviana y natural la piel tiene la base para funcionar y proteger nuestro cuerpo. Tomar agua desclorada, segura y en poca cantidad, durante todo el día, asegura la hidratación celular esencial para mantener los procesos fisiológicos vinculados a la salud de la piel y resto del cuerpo. Un cuerpo hidratado de forma adecuada (no excesiva) requiere mucho menor cuidado y provisión de productos de uso externo.
Marina Richeri
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Bióloga, madre, agricultora y boticaria
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