Desde hace unos nueve años me inicié en la práctica de Ashtanga. Al principio dos o tres veces por semana. Luego cuatro, por ahí cinco días… hasta llegar a los seis días de práctica semanales. Al principio fue bien físico mi sentir, intentar respirar y sostener la postura. Y el dolor, el placer y la apertura de diferentes capas de mi cuerpo, terminando en la relajación sin saber muy bien qué pasó, sintiendo una alegría interna indescriptible. Luego, con el tiempo, sentir la profundidad e ir un poco más hacia adentro, entender la respiración de otra forma en conjunto con los bandhas y dristis. Y cómo así, la práctica sostenida, va moviendo mis emociones, mi energía, volviéndome más consciente.
¿Qué decir de esta bella práctica? Poco imparcial termino siendo. Amo esta práctica porque me lleva a conectarme con mi interior, a reconocerme, a amarme a mi misma. Claro reflejo de lo que soy, de cómo estoy.
Al trabajar desde la respiración consciente, directamente conecta y baja mi mente, me enfoca, me concentra. Disciplina, sí. Poner el mat y vos con vos. Respirar… inhalo y me muevo, exhalo y otro movimiento…y empieza el pulso, el latir. Un día fluye más, otros no tanto, igual no es lo importante. Siento que se trata del compromiso conmigo misma.
Y luego, trasladar lo que se practica en el mat a la vida misma. Allí, el verdadero desafío. Observarme, reconocer mis puntos fuertes, los lindos y felices, y también los débiles y más oscuros. Practicar la ecuanimidad, no aversión a lo que no me gusta, no apego a lo que sí me agrada. Fácil es decirlo, lo sé… ¡por eso es un desafío! En el paso a paso, en la constancia, en la paciencia, en el tiempo y el espacio de dedicación a la práctica es donde se sienten esos pequeños logros. Y por ahí va.
Obviamente tengo mis días y momentos: torbellino, montaña rusa, olas surfeadas, la meseta y la calma. Igualmente la práctica es adonde siempre termino yendo de una forma u otra. Me ancla, me conecta con esa parte de mi ser inmutable, me establece en el presente. Por eso, a practicar!!!
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